EL PELIGRO DE LA IDENTIDAD. SOBRE MADRID:FRONTERA, DE DAVID LLORENTE

LLORENTE, David. Madrid:frontera. Barcelona. Alrevés. 2016.

Os voy a ahorrar párrafos: dejad de perder el tiempo leyendo esto y leed Madrid:frontera. Es lo mejor que se puede decir de un libro. Es lo que pienso de este libro y de la obra de David Llorente. Doscientas cuarenta y seis páginas de historia (solo he dejado sin anotar dieciséis [muchas son]), siete capítulos, cincuenta y cinco escenas, y más de cien personajes. Eso es a lo que la editorial Alrevés le ha puesto portada y le ha solicitado ISBN. Podría ser una novela como cualquier otra, pero es la solución al cambio climático: es el frío de todos los eneros.

¿Y el agua de todas las lluvias?

También.

OTRA VEZ LA MISMA LLUVIA LLORENTIAL

Madrid solo puede aspirar al cielo, pero nunca nos hemos preguntado a qué cielo. Uno negro, sin sol y donde la lluvia es interminable no parece la mejor aspiración. O sí (leamos entre líneas o entre paréntesis. Los paréntesis en Madrid:frontera son el pellizco que resuelve si soñamos o no. Son la vena incorruptible del escritor dramaturgo, las manos que se juntan creando un marco y acotan cada escena). Solo necesitas seguir la cuenta de Twitter de la novela o ser consciente del mundo en el que vives para saber a qué cielo puede aspirar una ciudad como Madrid. El mismo al que nos invita Llorente.

A David hay que leerlo como se leen las esquelas en los periódicos: temiendo encontrar tu propio nombre. Por ese principio, la lluvia es lo más democrático que te va a calar los huesos en esta novela. Es una lluvia paciente, segura de caer en todos los rincones de tu cuerpo. Todos conocemos los titulares. Se siente mucha rabia e indignación.

Y miedo.

Sí.

A los lectores que vienen de la novela negra no es fácil impresionarlos. A los ciudadanos que ven las noticias tampoco. Qué decir del umbral de asombro que tienen las personas que viven en el drama. Pero a David le importa tres cojones lo acostumbrados que estemos. David acorrala el inicio de Anna Karenina en cada historia que encierra tras la frontera de Madrid («Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada»): desdevana el ovillo de la tragedia; se acerca a un círculo hasta que ve los triángulos que lo forman. No sé qué límite hay que pasar para escribir, escribir y escribir una y otra vez cada una de las desgracias que el ser humano afronta hasta dictar de memoria los códigos que imprimen en nosotros la venganza, la enfermedad, la muerte o el hambre. Todas las familias infelices cabalgan sobre una de estas bestias. Madrid:frontera, entonces, también es un hipódromo.

Ese es su estilo narrativo (su voz, que dirían los profesores de literatura). Una lluvia que no entiende de paraguas. Engancha al lector consigo y corre cuesta abajo y sin frenos, sin importarle que páginas atrás nos hayamos identificado con una de las historias de su Madrid y se nos haya roto el corazón en mil pedazos.

LA FRONTERA DISFRAZADA

Pasar la hoja establece una línea (finísima) de papel en vertical que separa la página anterior de la siguiente. El acto de leer es cruzar una frontera (el lector que firma el pacto de ficción que le propone el autor), y David Llorente se aprovecha de esa candidez con la que convivimos en lo que ya estaba ahí cuando nosotros llegamos.

Madrid:frontera es una novela de símbolos. A nadie le pasa desapercibido un crematorio en Plaza Castilla y un mar que llegue hasta el barrio de Salamanca, los dos grandes iconos que noquean la lectura. En cuanto al mar de Madrid (no me extrañaría que The Refrescos reclamaran al autor una indemnización), supone la única frontera física del libro. Nunca se habla de una frontera en la capital ―oes de decepción― y, sin embargo, la obra es un laberinto de barreras (algunas infranqueables).

«Al asesino esporádico le preocupa mucho que le confundan con un asesino en serie. Quiere creer que solamente mata para obtener un beneficio personal, generalmente económico. Sin embargo (cuando profundiza en este pensamiento) no acaba de encontrar la frontera que separa el fin material de la obsesión patológica».

La primera frontera está en el título, y en la ciudad. Madrid es una ciudad insegura; por eso cambia tanto. La Madrid que existe ahora, la que se puede pisar y vivir y sobrevivir en ella es enormemente parecida a la Madrid de la novela. La tierra es la misma a un lado y a otro del muro, y es necesario alejarse un poco de la línea divisoria para percibir cambios. Ahí llega otro golpe: ¿Por qué a medida que avanzamos en el libro todo sigue siendo tan real? David saca punta a la realidad con literatura. La frontera siempre tiene que ser difusa. La frontera que se ejemplifica con alambre y cemento es una frontera-cebo: la verdadera tiene que estar oculta para que nadie se piense dos veces cruzarla. La novela es una duda continua lanzada a la cabeza, en la que somos los lectores los que tenemos que preguntarnos en cada línea qué es verbo y qué es carne, porque el checkpoint somos nosotros. Y cuando pensamos que, por lógica, avanzado el libro conseguiremos distanciarnos de la barrera y ver que sí, que estamos en una novela de un tal David que de dónde coño ha salido este señor que escribe como si le apuntaran a la sien con un cronómetro, llega la madre de todas las fronteras: el género.

Géneros literarios hay muchos. Catalogar una obra por género puede ser polémico e insufrible, y hay que andarse con ojo. Javier Manzano ha incidido en que el libro es una ficción negra, y es un término muy certero. Se ha hablado también de distopía por la atmósfera y las referencias (¿en qué se convierte una novela cuando las influencias parecen ser tan evidentes?); pero hay algo más. Hay un postrrealismo que camufla con metáfora y literatura la intrahistoria y la noticia. Creo que el gran logro de David es comenzar una novela distópica y poner punto y final a una novela negra. Conviene no olvidarnos de que las verdaderas fronteras están disfrazadas, y lo que es una novela social en un Madrid a largo plazo (otra frontera: ¿cuánto de largo?) acaba siendo la historia de ambición en una personalidad psicopática.

TODO ES ESPEJO

David nos pone delante un espejo para que creamos que volvemos a casa, a lo conocido. Caemos en la trampa, y la lectura empieza temerosa y finaliza temeraria. El lector nunca sabe en qué página va a sentir una puñalada, un rugir de tripas o un cargo de conciencia, porque en esta novela suceden todas las mezquindades del sistema que tenemos, y toda la heroicidad que lo cotidiano permite.

Autor, lector, narrador y protagonista se confunden. Hay técnica y método para que el paralelismo fluya. (Por ejemplo) Hay personajes cuya acción, páginas después, se ha convertido en tradición oral. La tinta exhala la épica de los perdedores, que se parecen entre sí como las familias infelices. Todo lo que aparece tiene un sentido futuro y se refleja en alguna parte del libro. Incluidos nosotros.

A Madrid:frontera se la leerá mucho y comentará otro tanto, y a los lectores se nos henchirá un poco más el alma, porque David escribe como miran los perros.

Anterior
Anterior

PÁNICO MUTIS