LA VOZ DIACRÍTICA. SOBRE PANZA DE BURRO, DE ANDREA ABREU

ABREU, Andrea. Panza de burro. Sevilla. Editorial Barrett. 2020.

Había oído hablar mucho sobre Panza de burro, sobre todo acerca de su lenguaje. Reconozco que fue lo que me animó a leerla porque me gustan los libros que infringen, libros que cualquier institución lingüística discriminaría o arrojaría al fuego. Tras acabar la novela, descubro que lo importante (y lo valiente) no es cómo está escrita, sino dónde, porque Andrea Abreu escribe desde su tiempo, y su tiempo no es solo su generación y su edad; también son sus códigos, sus hablas, sus vulneraciones y sus realidades.

Panza de burro es una novela de formación que debería ser lectura de instituto, con una técnica implacable para plasmar la oralidad de los pueblos; Panza de burro olvida el ángelus, tiende lo universal al sol canario y abre la tierra línea a línea, y cada palabra cubre la semilla de la palabra anterior, y entre helechos y papas surge una novela que va más allá de cualquier definición de territorio; Panza de burro, también, es un vulcán que revienta y su baba ardiente tatúa el agua y ensancha los pulmones de la literatura. Con su rosario de despertares, el libro se enmarca en la tradición del advenimiento y en los ritos a los que el tiempo nos empuja, con un pulso metafórico muy afinado; en este sentido, Panza de burro traspasa las paredes del realismo más allá de donde algunas críticas al libro son y serán capaces de comprender, y habla de un barrio perdido como si fuese un cuerpo saliendo de la ducha, con su catálogo de relojes y violencias expuestas en abanico para soportar el bochorno.

La primera novela de Andrea Abreu camina más allá del cielo que se funde con el mar, más allá de los límites que marcan los ladridos y las brujas. Y aunque en algún momento sintamos cierta previsibilidad en la historia (un fisquito namás), Abreu aguanta el paso, mantiene el ritmo, mira a sus personajes desde las nubes, les ofrece una lluvia horizontal para que frondoseen, se rompan los besos y crezcan sin siquiera darse cuenta. Porque si algo es esta novela es un bullir hormonal, carnal, vegetal, febril, un ataque moral silencioso como un espejo, ciego como una dependencia, traicionero como el filo de un papel. En ese filo nos susurra Abreu las amenazas de Chela, los corchos de los pinos, la pinocha en el piso, el pipí con sangre, las garrapatas y las dietas, los chats y las ausencias, el río con gofio que comunica el pensamiento con las tripas con el corazón.

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